sábado, 26 de junio de 2021

PISAR EL FUEGO


 

El joven periodista estaba empeñado en arrancarme el secreto y andaba detrás de mí, pegado a mis zancajos toda la tarde, desde que empezamos a preparar la leña de roble y prendimos con tiempo la hoguera para que, lentamente, se fuera aparejando el rescoldo.

Cuando llegó la medianoche, los más jóvenes pasaron las brasas con pasos firmes y medidos, aplastándolas en cada pisada como si estuvieran en el lagar, con la esperanza de cerrar el paso al oxígeno y a la lacerante quemadura. Cargaban a sus espaldas a un ser querido para que ese dulce peso aliviara el trance.

Cuando llegó mi turno, me descalcé, me remangué con parsimonia los pantalones y bailé una jota sobre aquella alfombra de ascuas al compás del gaitero. Todos los del pueblo esperaban ese momento, ya tradicional, corearon mi nombre y me jalearon con silbidos y aplausos. Ya no tengo la agilidad de antes pero salero no me falta.

El joven periodista se hartó de hacer fotos y, cuando la fiesta terminó, erre que erre, volvió a la carga. Se empeñó en invitarme.  A las claras se veía que pretendía emborracharme para que se me soltara la lengua. Yo me dejé: está feo despreciar un convite. Cuando supuso que ya estaba bien templado después de tanto morapio trasegado -era casi de madrugada- quiso darme la estocada:

-Bueno, Efrén, dime, ¿cómo haces para no quemarte?

-No tiene mucho mérito, chaval. Los viejos siempre tenemos los pies fríos.

No pareció muy satisfecho con la exclusiva.

martes, 22 de junio de 2021

CORONACUENTOS (31): EXTRAÑOS EN UN TREN

 

Se enamoró de los ojos de aquella desconocida que viajaba en el asiento de enfrente. Estaban sublimados por una luz tan alegre que casi daban ganas de llorar. La observaba de soslayo para no incomodarla pero le resultaba cada vez más difícil ignorar aquel imán donde iban a morir, entregadas y felices, todas sus miradas. Sobre la superficie azulada de la mascarilla   él le iba  dibujando mentalmente los rasgos que le faltaban: el perfil delicado -un poco japonés-  de la nariz, el abultamiento delicioso de los labios, la línea pura y ovalada del rostro. Era un juego que practicaba con mucha frecuencia y que, desgraciadamente, tenía los días contados: dentro de muy poco las mascarillas dejarían de ser obligatorias.

La mujer se removió en el asiento y se quitó los auriculares. Parecía molesta con algo, como si tuviera irritada la cara. Hizo ademán de retirarse la mascarilla.

-No, por favor, no lo hagas -suplicó él en silencio.

lunes, 21 de junio de 2021

DE ROSAS (2)


 



Dice el refrán:

 No solo de carroña

vive la mosca.

viernes, 18 de junio de 2021

miércoles, 16 de junio de 2021

EL CONSENSO

 


CABAL.- Nuestros políticos han llegado a un acuerdo...

AGUADO.- ¡No me digas!

CABAL.- Sí, se han puesto de acuerdo en que nunca se pondrán de acuerdo en nada.

sábado, 12 de junio de 2021

POETA EXQUISITO

 


"Somos lo que comemos", oyó decir, y vio en esta frase el remedio a su frustración de poeta. A partir de ese momento solo se alimentó de corazones de ruiseñor y pétalos de rosa. La anemia nubló su espíritu crítico y se creyó un Rilke, un Valéry, un Juan Ramón. Pero su poesía no perdió mediocridad y, a cambio, se había instalado definitivamente en la cursilería. 

martes, 8 de junio de 2021

LIRIO SALVAJE

 



Un lirio solitario

al lado del camino,

donde nadie lo espera,

donde nadie lo cuida,

que vive para sí:

existen los milagros.

sábado, 5 de junio de 2021

OFELIA EN EL TORMES



 







El río peina

la verde cabellera

de los ahogados.

La primavera

los adorna con flores

para una fiesta.

Enajenada,

Ofelia canta

una dulce tonada

de ausencia y desamor.






miércoles, 2 de junio de 2021

PETRICOR

 




Llueve sobre el campo reseco y  un olor complejo, tan rico en matices que nunca podrá sintetizarse en un laboratorio, que ningún perfumista podrá imitar se esparce por el aire. La tierra, las piedras, la hierba, la paja seca, las hojas de los árboles, las flores, las plantas silvestres... todo huele, todo entrega su más recóndito aroma. Y esa mezcla embriaga, evoca, deleita más que ningún perfume, se hace inolvidable. El mundo se ha vuelto fragante, transpira el anhelo de la sed saciada, del deseo cumplido. Las gotas de lluvia han extraído de cada planta, de cada palmo de tierra un aceite esencial, una nota de olor diferente y todas juntas armonizan.

¿Cómo llamar a este olor? Existe una palabra, 'petricor', inventada por unos geólogos australianos  a partir de una palabra latina y otra griega, que no figura en el DRAE, como tampoco se recoge 'tarabañá' que es como se lo conoce en Argentina. Pero ni una ni otra trasmiten ese sutil entramado de sensaciones, el efluvio hechizado y calmante que emana de la tierra mojada. La una parece artificial, casi razón comercial; la otra carece de refinamiento sensorial.

Hay palabras tan hermosas que no se merecen el significado con que las han cargado el azar, la etimología, el rodar de los años, las misteriosas leyes de la lingüística o esos nombradores que han dejado su huella anónima en los diccionarios. Pensemos en quien encarna el Mal en nuestra tradición judeocristiana y en uno de sus nombres, tan eufónico, tan luminoso: Luzbel. 

Y hay significados que no se merecen la condena de la palabra que les ha tocado en suerte: petricor, tarabañá. Quizá sea mejor así. Sin una etiqueta que lo cerque y defina, ese olor exhalado por la tierra tras la deseada lluvia nos obligará siempre al circunloquio, a rendirnos ante lo inefable.