Estas pastillas, prescritas en principio para la epilepsia, se han convertido en un controvertido éxito de ventas en el tratamiento de los dolores más rebeldes, como la fibromialgia. No sabemos quién les puso tan sugerente nombre. Suponemos que la compañía farmacéutica, harta de esas horribles denominaciones tan artificiales y difíciles de recordar de la mayoría de los medicamentos, encargó a un nombrador profesional que le buscara un nombre más evocador. Y al aludido, quizá un poeta en paro, mitad por malicia y mitad por vagancia, se le ocurrió bautizar al producto como al arte que con tan escaso resultado cultivaba. Lo demás, los paralelismos, vinieron solos, apoyados en la experiencia de tantos poetas que son, han sido y serán.
Lyrica y la Lírica son analgésicos, crean adicción, no se deben mezclar con alcohol ni otras drogas, tienen algunos indeseables efectos secundarios compartidos (somnolencia, ansiedad, pensamientos suicidas) y no son aptos para todo el mundo.
En caso de duda consulte a su farmacéutico, preferentemente si este se llama León Felipe.
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