El viento y el hielo, la lluvia y la nieve, han esculpido con inagotable paciencia estas toscas, hercúleas cabezas de hombre y animal, en la ladera de Urbión.
Él, craneo pétreo de filósofo alemán; a su lado, un perro sonriente. Formas que emergen de entre los derrubios. ¿Schopenhauer y su perrillo Atma?
El tiempo, ese gran escultor.
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