¡Qué virtud, qué fuerza tienen las palabras,
esas breves exhalaciones de aire articulado! Nunca nos asombraremos lo bastante
de este milagro cotidiano.
Por ejemplo, alguien dice "relator"
y se levanta una tormenta política capaz de enardecer a gente que nada sabía de
ese vocablo: se preparan manifestaciones, se agitan banderas, se tumban
gobiernos. Y mientras, la pobre palabra, que dormía el sueño de los justos, se
maravilla de que su despertar alumbre semejante tiberio. Su pasmo hubiera sido
menor si estuviera al tanto de la actualidad, porque lo cierto es que en los
últimos tiempos se habla mucho -demasiado- del 'relato'. Era cuestión de tiempo
que el 'relator' saliera también a la palestra.
Ahora parece que los hechos, la verdad factual
y desnuda, la que ha de verterse en prosa exacta y unívoca, en estilo de
informe o atestado -ese estilo que utilizaba el Kafka empleado en una compañía
de seguros-, no valen nada. Importa el relato que se haga de los hechos. Tiene
que ser redondo, tiene que 'enganchar' -lo que el anzuelo hace con el pez-. Y
esto no se puede hacer sin arte, sin artificio. Una estructura subyacente, un
tratamiento de los sucesos, un punto de vista, una perspectiva, un sesgo
inevitable. El que se apropia del relato se lleva el gato al agua, los premios
periodísticos a su currículum, los votos a la urna, y -en los casos extremos-
la absolución de la Historia. El mejor cuentista lleva las de ganar en esta
sociedad, consumidora tan compulsiva como olvidadiza de historias atractivas.
Estamos olvidando que lo que está muy bien en
la literatura -esa hermosa fábrica de embelecos- es nocivo para la vida
pública. Las bellas mentiras, los relatos bien urdidos, tienen su espacio en el
territorio del arte pero son letales para organizar la convivencia. En nuestro
país hacen mucha falta los relatores fidedignos, sin imaginación ni oficio, sin
dueños a los que servir; los que se limitan a dar cuenta de lo que ocurre, de
lo que se dice. Y sobran los narradores aficionados y los profesionales, los
que contaminan de interesada ficción la verdad de la Historia.
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