viernes, 29 de diciembre de 2017

LOS SANTOS INOCENTES


          Odiaba la Navidad, cada vez más a medida que comprobaba sus efectos. No era un odio irracional ni fruto de ninguna nueva fobia sin nombrar. Sabía de qué hablaba. Año tras año Herodes hacía su aparición y, cruelmente, les arrebata a los recién nacidos, cuando apenas habían tenido tiempo de ser amamantados. Para que luego digan que las Sagradas Escrituras no son la exacta verdad. Se los llevaban lejos y nunca regresaban. Ella tenía que aguantar el doloroso peso de la leche que nadie mamaría y la tenebrosa sospecha de que alguien disfrutaba sin culpa con aquel crimen.


              Sufría, sufría mucho. ¿Dónde está escrito que las ovejas no sienten?

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