miércoles, 6 de julio de 2016

EL PODER DE LA NOCHE

 

Arden las paredes de las casas
como piedra de horno. La fresca
misericordia de la noche
los va llamando afuera, hasta los poyos,
bajo los emparrados
o a la cruz del calvario.
Escoltados por las miradas melancólicas
de todos los ausentes
salen de uno en uno, animales de gruta,
furtivos, recelosos.
Se hace leyenda el tiempo
en sus hondos suspiros.
Con palabras antiguas
desmenuzan la vida
en frases inconclusas.
Si parece mentira...
Entonces no sabíamos...
Hay que ver, vaya cosas...
Más podría contarte...
Los ojos se encienden obligados
por la luz sideral de los recuerdos,
y las estrellas callan largamente.
De madrugada, se afilará la brisa
y todos se tienden en sábanas trasnochadas
invocando la fatalidad del sueño,
lamentando la imprudencia de las sombras,
ese calor maldito
que ablanda hasta el pasado
y hace fermentar las confidencias.

Contra el silencio voraz de las alcobas
resuena el coro desaforado de las ranas
implorando al señor de las tinieblas
un alma
que les permita cantar.


                                                         (De  A cielo abierto, inédito)


Poema para una noche como solían ser las noches de verano entonces.

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