No
han nacido junto a un río sino en un rincón recóndito, húmedo y abrigado del
bosque. Su corto tallo no les alcanza para mirarse en el agua —provisional y
amenazada— del sucio charco que, como
deseo perverso e inalcanzable, han formado las copiosas lluvias de marzo.
En
épocas de tanto narcisismo y egolatría, estos narcisos, que parecen desperdiciar
su delicada belleza sin alcanzar la recompensa de un espejo y se conforman con
brotar salvajes para muy pocas miradas, quizá tengan algo que enseñarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario