Vinieron primero de uno en uno, sonrientes, joviales, amistosos, dispuestos a naturalizarse, a adaptarse a nuestras costumbres: mitin, camping, pudin, trávelin, parking, esmoquin. Apenas llamaban la atención. Eran la avanzadilla de una invasión que se ha vuelto incontrolable: shopping, casting, streaming, coaching, timing, coworking, lifting, zapping, marketing, overbooking, feeling, piercing, topping, rafting, footing, bullying, running, ghosting, trending, branding, crowdfunding, planning…
Todos estos gerundios ingleses —innecesarios en la mayoría de los casos— han acampado entre nosotros como especie invasora y amenazan con desvirtuar la esencia de nuestra lengua. Y hemos llegado a crear extraños monstruos (balconing, puenting, Vueling…) que sonrojarán a quien tenga un mínimo respeto por su propia identidad como hablante. Aquello del spanglish norteamericano que nos tomábamos a broma o que parecía muy lejano lo tenemos ya aquí; por no citar las insufribles letras de muchas de las ¿canciones? que escuchan los más jóvenes.
En el siglo XVIII el padre Isla, para ridiculizar el estilo hueco, ampuloso y barroquizante de los predicadores escribió Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes. Nos estamos volviendo zotes de tanto bárbaro gerundio.
Una muestra insuperable de este batiburrillo gerundivo lo encontramos en el siguiente artículo que, sin pizca de ironía ni parodia, pone nombre a prácticas, parece ser que habituales, en las relaciones interpersonales:
https://elpais.com/sociedad/2022-04-24/diccionario-de-las-malas-relaciones-del-ghosting-al-pocketing.html
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