Hubo un
tiempo mítico en que las criaturas marinas se quejaron a Neptuno, dios de los
mares:
—¡Queremos
ser como los cefalópodos! ¡Nosotros también necesitamos la tinta para
defendernos!
—Sea
—concedió Neptuno, amigo de conflictos y tempestades.
Al día
siguiente los océanos eran una inmensa y turbulenta caldera de aguas negras, un colosal
tintero de tinta china, donde nadie veía nada. Fue el fin de la transparencia y
el comienzo del reinado del caos.
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