jueves, 9 de marzo de 2023

PLACEBO

 

Mala noticia para aprensivos, hipocondriacos, enfermos imaginarios y pacientes crédulos.

El «efecto placebo» está siendo seriamente cuestionado por recientes investigaciones científicas. Aquella reconfortante historia del cirujano de guerra que administró una solución salina inocua a un soldado malherido antes de operarlo haciéndole creer que era morfina y consiguiendo que este apenas sintiera dolor se está revelando apócrifa o descontextualizada o mal valorada.

Todos sabemos que un placebo es un engaño, algo así como una mentira piadosa del médico a su paciente, un trampantojo. ¿Qué nos quieren decir ahora? Que el placebo no funciona, que el engaño es doblemente engañoso porque resulta inoperante, que nuestra fe de carbonero en la prescripción médica ni cura ni aplaca el dolor. Porque, en el fondo, esa es la clave: nuestra creencia en que algo es beneficioso ya produciría por sí misma bienestar, mejoría, alivio.

Desposeernos de este consuelo es una acción cruel, por muy científica que sea. Necesitamos placebos de todo tipo (médicos, emocionales, religiosos, musicales, deportivos, literarios, cinematográficos…) para hacer más llevadera la existencia.

Vayamos a la hermosa etimología de la palabra. ‘Placebo’, 1ª persona del singular del futuro imperfecto de indicativo (¿¡Existe algún futuro del que podamos decir que es perfecto?!) del verbo latino ‘placere’, cuya traducción podría ser algo así como: ‘Agradaré’, ‘Complaceré’.

Si una falsa medicina está dispuesta a satisfacer nuestras necesidades paliativas, ¿quién podrá resistirse a tan grata promesa?

¿Qué sería de este asendereado mundo sin placebos?


Recupero aquí el enlace a un relato  relacionado con esta entrada publicado en este blog :

https://www.blogger.com/blog/post/edit/1399419654185084729/4543479721843614302

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