Parece ser que, aunque se hace poco de notar, el anarquismo no ha renunciado a su sueño de acabar con el Estado o al menos de hacerle la vida imposible. Con esta pegatina en el poste de una farola urbana los tataranietos de Bakunin incitan a inutilizar las cámaras de videovigilancia desde las que el Gran Hermano monitoriza y controla nuestros movimientos. Retomando la tradición de la retórica libertaria, imaginemos al Estado como un monstruo de mil ojos que debemos cegar, como hizo el astuto Odiseo con el cíclope Polifemo. Y en tan escueto pasquín cabe todo un manual de guerrilla urbana, un catálogo de herramientas destructoras: alicates, martillo, adoquín, espray. Hasta el infantil tirachinas sirve como arma arrojadora.
Mucho nos tememos que el control sobre nuestras vidas tiene en la actualidad otros mecanismos mucho más eficaces, al lado de los cuales las poco sofisticadas cámaras callejeras se nos antojan tecnología obsoleta.
En nuestros dispositivos electrónicos anidan otros estados paralelos (Google, Amazon, Apple, Facebook, Tik-Tok...), mucho más voraces, peligrosos y en absoluto compasivos, verdaderos vampiros de nuestra alma y nuestra identidad. A ellos, que solo pretenden el lucro y la dominación, cedemos gustosos nuestros datos más íntimos. Ellos son los modernos leviatanes.
Jóvenes anarquistas, antes de coger el tirachinas, usad el martillo para destrozar vuestros móviles.