jueves, 27 de junio de 2019

UN POCO DE DESIERTO EN LA BOCA



                Hacía un calor de horno. El cielo de calima ponía un velo turbio sobre el rostro abrasador del sol. Costaba respirar aquel aire africano. Las hojas del sauce caían abatidas como pájaros muertos por un soplo de bochorno.

               Aún no era julio. A más de dos mil kilómetros del Sáhara, en lo que algunos se empeñaban en seguir llamando Norte, la boca, pastosa, le sabía a arena del desierto. Era el sabor del futuro.


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