(Un cuento galaico-cuaresmal)
De
uno en uno, fue marcándolos con una cruz de ceniza mientras repetía, con voz de
profeta, las palabras litúrgicas: "Polvo eres y en polvo te
convertirás". Eran muchos, así que se tomó su tiempo. Ninguno protestó,
ni opuso resistencia, como si estuvieran resignados. Alguno parecía cabecear
dubitativo: solo eso. Con todo, le llevó su buena mañana llevar a cabo la tarea.
Terminó agotado, también satisfecho.
Otra
cosa no, pero el pirómano era muy ceremonioso, metódico, como buen sacristán de
una aislada parroquia. Miércoles de ceniza, jueves de llamas.
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