Al comienzo de este milenio, cuando se hablaba de un colapso absoluto de nuestra civilización achacable a los ordenadores escribí un poema que ahora rescato:
La visita del ángel
Vuelve a tu cielo, ángel.
No toques estos muros
Con tu sombra de llama.
No cruces la frontera
De este silencio antiguo
Con palabras hostiles,
Con pezuñas airadas,
Con palomas de niebla.
Guarda para otro cuerpo
El beso de la luna.
Guarda para otro pecho
El témpano que brota
del filo de tu espada.
No fatigues el aire
Con vuelos repentinos,
Con deslizar de alas,
Con olas que has hurtado.
Jinete en tu caballo
Del color de un eclipse
Estás perdiendo el rumbo,
Malgastando tu hechizo
De adolescente equívoco.
No intentes anunciarme
Con ruido de trompeta
La muerte de la música,
Ni el fin de la deriva
De las islas heladas
Hacia la luz del
trópico.
Sabes que no me importa
Sufrir otros mil años
De exilio en los eriales
Espléndidos del tiempo:
Mi verdadera patria,
Mi única certeza,
El jardín del incrédulo.
No creo que la lluvia
Tenga que arrepentirse
De nuevo en Hiroshima,
Ni que se cierre el círculo
Fugaz de la belleza
Sobre un paisaje sórdido
De mares sin perfume.
Confío en el retoño
Del árbol solitario
Y en la secreta fuerza
De los héroes cansados.
La vida que me importa
Cabe en una maleta
Y estoy dispuesto al viaje.
Las flores que me nombran
Crecen en un abismo
De piedras sin memoria.
Vuelve a tu cielo, ángel,
Con la conciencia turbia
De la misión fallida.
Y llévale un
mensaje
Al señor de las ruinas,
Al príncipe del caos.
Es todo muy sencillo:
Sobrevivo en mi noche
Como un dios de mentira.
Lúcido como el astro
Que muere mientras brilla.
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