lunes, 15 de diciembre de 2025

EL BRAZO

 

Para unos era un farsante; para otros un sabio que había alcanzado la suprema iluminación; había quien lo consideraba un loco estrafalario, un poeta de lo estéril, un militante de lo imposible, un asceta del quietismo.

Había abandonado un trabajo lucrativo y una vida razonable para dedicarse en exclusiva a cultivar un propósito descabellado: mantendría su brazo derecho levantado mientras la paz no reinara en todo el planeta.

Cincuenta años más tarde, el brazo seguía en alto pero el anciano santón, ya sin fuerzas y resignado, decidió darse por vencido. Nuevas guerras asolaban la tierra y la paz parecía más lejana que nunca. Quería renunciar a su promesa y descansar de su ímprobo esfuerzo. Pero el brazo no respondió: se le había secado como la rama de un árbol viejo. Solo le quedaba aguardar sentado a que un golpe fuerte de viento se lo tronchara.


martes, 9 de diciembre de 2025

ÑAMING





Cuando ya creía haberlo visto y leído todo en materia de lingüísticas tropelías, curado de los espantos que le producía leer o escuchar engendros como puenting, balconing, running (entre otras lindas muestras de teratología léxica propiciadas por nuestro papanatismo y complejo de inferioridad ante el idioma dominante), cuando pensaba que ya nada podría sorprenderle en la materia, este curioso y purista hablante del viejo castellano se topó, en una de esas máquinas expendedoras de fruslerías comestibles, con una perla difícilmente superable. 

En su momento renunciamos al clásico emparedado y lo sustituimos por el anómalo sándwich (de endiablada grafía y curiosa etimología: procede de J. Montagu, cuarto Conde de Sandwich). A algunos no les ha parecido bastante y han ido un paso más allá, mezclando la infantiloide interjección onomatopéyica ¡Ñam! con ese verdadero agente infeccioso que es la terminación ing del gerundio inglés. Y así, de esa cópula perversa nació esta nueva criatura a la que le deseamos fugaz existencia: ÑAMING.   

jueves, 27 de noviembre de 2025

CARTAS






El coronel no tiene quien le escriba. 

La mayoría de nosotros tampoco. Ya ni siquiera los bancos envían su tediosa correspondencia. (Quizá por Navidad algún amigo despistado o anclado en viejas costumbres nos envíe una tarjeta de felicitación). Casi nadie escribe cartas. Se ha perdido algo más que un medio de comunicarse. Se ha perdido una ceremonia, un ritual, una costumbre que requería algo de lo que ahora estamos huérfanos: tiempo, dedicación y delicadeza. La mano trazaba las frases con esmero, pensándolas. Poner el nombre del destinatario era sacarlo del anonimato y ubicarlo en su lugar. Escribir el remite suponía hacerse responsable de lo escrito. Pegar el sello y la solapa engomada dejaba un regusto en los labios. Echar la carta al buzón público era como liberar una paloma mensajera. Y nuestro buzón podía ser una caja de sorpresas. 

Ahora todo es instantáneo y pululan frenéticamente los mensajes: desaseados, torpes, zafios, crudos. Desdeñamos el ingrediente básico de la cocina, del amor, la amistad o el arte: el tiempo. Todo lo queremos rápido, aquí y ahora. La paciencia es maldición de viejos.

El buzón lleva mucho tiempo oxidado y nadie parece tener interés en repintarlo.

Corren malos tiempos para las cartas.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

MANZANAS

 




Asfixiado por la maleza que invade el campo asilvestrado que un día fue huerto, en uno de tantos parajes de tierra despoblada, este manzano cimarrón no renuncia a su destino de dar fruta, aunque sea para nadie. Comparte así el destino de tantos seres descatalogados que florecen y fructifican y brillan sin aparente propósito.



Ninguna mano recogerá estas manzanas con ese placer anticipado del deseo. Ningún niño saltará furtivamente las tapias del huerto para robarlas en la oscuridad de una noche de otoño. No habrá un caminante cansado que hunda sus dientes buscando el dulzor refrescante de su pulpa. 

Llegará el gusano, llegarán los hielos y la podredumbre. Caerán al suelo como los astros de un apocalipsis doméstico. O se consumirán en la rama esperando la llegada de los mirlos jóvenes, de sus picos feroces y amarillos. (Los mirlos también emigraron siguiendo el rastro de los últimos en abandonar el pueblo).   

Afortunadamente, pasaron los tiempos del hambre y la necesidad. 

Desgraciadamente vivimos tiempos de derroche, soberbia y desatención.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

EL REPTIL

 

«En el trayecto de la especie humana los periodos de progreso alternan con los de oscurantismo. En las mejores fases el reptil que se oculta en la materia gris cerebral permanece en silencio y su presencia solo se manifiesta en los ingenuos juegos rituales y la repetición de actos arcaicos de los que es tan vago el recuerdo como viva la añoranza. En los periodos de oscurantismo el reptil sale de la guarida con la esvástica en una garra, la otra en el timón de mando, dirigiendo a una masa anónima fervorosamente adherida y dispuesta a hundirse con él».

                                                                                                                                             (Rita Levi)


Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel de Medicina de 1986, sabía de qué hablaba. De ascendencia judía sefardí por el lado paterno, sufrió la persecución derivada de las leyes raciales del nazismo y el fascismo. 


martes, 4 de noviembre de 2025

BOSQUE RELICTO





Cada bosque relicto es un regalo y una advertencia.

Refugiado en la umbría, este pequeño hayedo es un superviviente, una milagrosa excepción en un territorio castigado por siglos de roturación y pastoreo, una reliquia que nos habla de un tiempo remoto en que los árboles poblaban estas lomas pardas y peladas de las que las especies autóctonas desparecieron. Solo los pinos de repoblación -meritorio pero insuficiente sucedáneo de la verdadera vegetación- alivian un poco la yerma desnudez de estas Tierras Altas. Pero los pinos parecen no tener conciencia de las estaciones, mientras que estas hayas heroicas, esbeltas a fuerza de buscar la delicia de una luz escasa, se encienden ahora con los hermosos colores de su decadencia otoñal. 













domingo, 2 de noviembre de 2025

CORRECTOR DE PRUEBAS

 

Toda su vida profesional la pasó corrigiendo textos ajenos, primero en un periódico y más tarde en una editorial, hasta que las modernas herramientas informáticas de ortografía y tipografía lo convirtieron en un empleado casi obsoleto y terminaron por prejubilarlo.

Más que de la sintaxis o de las letras, era un maniático de los signos ortográficos, tan maltratados por la mayoría de quienes se toman la molestia de utilizarlos. En sus largas jornadas después de jubilarse le dio muchas vueltas al epitafio que figuraría en su lápida. Se recreaba en la posibilidad de dejar un mensaje críptico, a la vez que repleto de simbólico significado.

Pensó primero en encargar que grabaran un solo punto sobre el frío mármol (el punto final de su propia historia); después jugó con la idea, que le pareció muy sutil, de que fueran tres puntos suspensivos (un relato interrumpido que quizá tuviera continuidad más allá; la sugerencia de una perplejidad); tampoco le parecía mal el símbolo del paréntesis (la vida no era más que un efímero paréntesis en medio de la nada).

La muerte en forma de infarto fulminante sorprendió al corrector en estas divagaciones antes de que se decidiera a dejar constancia escrita de su última voluntad.

Su único heredero, un sobrino nada ilustrado y escasamente imaginativo con el que había tenido muy poco trato, mandó grabar sobre su tumba únicamente su nombre: ALVARO PEREZ LOPEZ.

Si existe otra vida, el infortunado corrector estará sufriendo por ese triple error irreparable: las tres tildes que faltan en la inscripción.