En los pétalos de la rosa
deposita el otoño
su oscuro mensaje de desánimo.
Cuaderno de creación literaria donde encontrarás textos y fotografías originales del autor.
Ari está
enfurruñado. Sus padres le han prometido un divertido día en el campo para alejarlo
de la tiranía adictiva de las pantallas. Ya que te gustan tanto los juegos de guerra,
le dice su padre, desde la colina, cerca de la frontera, a menos de dos
kilómetros de la ciudad machacada por los bombardeos, podrás disfrutar de un
espectáculo único. Y muy patriótico, añade la madre. Aviones que descargan su
carga mortífera, proyectiles de la artillería y los tanques, edificios que se
derrumban envueltos en llamas y humo. El poderío de nuestro ejército. Una guerra de verdad.
Al llegar al puesto de observación tienen que hacer cola hasta que queda libre uno
de los telescopios de pago que un avispado promotor ha instalado. Entretienen
la espera bebiendo un refresco en el precario chiringuito que regenta una joven emprendedora.
La guerra es un negocio como otro cualquiera.
Cuando al
fin aplica el ojo al visor del telescopio, Ari lo aparta pronto, decepcionado.
Solo se ve una débil columna de humo. No hay banda sonora: ni disparos, ni estallido
de bombas, ni gritos. Todo queda demasiado lejos. Y no hay botones, ni teclas, ni palanca para animar la escena.
Ari,
bisnieto de supervivientes del holocausto nazi, siente que lo han engañado.
Otro día, Afrodisio Cabal
y Ángel Aguado, braceando en las pantanosas aguas de una conversación sobre la
actualidad, incurrieron en el tópico de la desprestigiada clase política.
—¿Crees que nos merecemos tener estos políticos?
— No tengo la respuesta, Ángel. Pero tanto un sí como un no
nos dejan en mal lugar como sociedad. Más aún: el solo hecho de que formulemos
con tanta frecuencia esa pregunta y de que sea tan pertinente constituye un
motivo de grave preocupación.
—Toma,
hija. Cómetelo despacio —le dice la hija a su madre, mientras le pela un albaricoque y le quita el
hueso.
Están sentadas en un banco, a la sombra. Es julio y
hace mucho calor en el jardín de la residencia.
Eres un
píxel de la gran pantalla,
un destello
que ignora su lugar
en la
compleja trama de una imagen
que dura un
parpadeo y se oscurece
en los ojos
de un peatón anónimo.
Eres pez de
cardumen pero brillas
en un
momento único del mar,
dibujas una
estela imprescindible
y te separas
para ser tú solo.
Eres nota
fugaz de un pentagrama
que dura lo
que debe para dar
su carne
musical a la canción
infinita del
mundo. Lo demás
—recuérdalo
cuando tu eco se apague—
pertenece al
dominio del silencio.
(De El estambre de la vida, inédito)
El mundo esta polarizado,
¿quién lo despolarizará?
El despolarizador que lo despolarice
buen despolarizador será.
(Se precisan urgentemente despolarizadores.)