miércoles, 27 de agosto de 2025

PÁJAROS DE LA INFANCIA

 


                                                                    (Foto: Waste Magazine)


En nuestra infancia muchos de los pájaros que volaban a nuestro alrededor tenían un plumaje negro (tordos, cuervos), en blanco y negro (golondrinas, cigüeñas, vencejos, aviones, urracas), o de colores parduzcos y terrosos (gorriones, ruiseñores, alondras). Esta sobriedad cromática armonizaba bien con el espíritu sombrío de la época o les servía para camuflarse y desafiar nuestra inconsciente crueldad (producto también de aquellos tiempos). Sobre dos de ellos pesaba una prohibición ancestral no escrita, un tabú religioso que los convertía en intocables. Las golondrinas le habían arrancado las espinas de la corona a Cristo; las cigüeñas anidaban muy alto, muchas veces en sagrado, y servían de volátil excusa para no explicarles a los niños la elemental biología de la reproducción.

Pero existían unos pajarillos alegres de canto y de plumaje. Su nombre más común es jilgueros. Nosotros, remarcando sin saberlo su feliz rebeldía contra aquel mundo en blanco y negro, los llamábamos colorines.


sábado, 16 de agosto de 2025

EL MOSCARDÓN

 


¡Ah, el amor del moscardón por los cristales!

¿Con qué podríamos compararlo?

Parece que lee un libro (quizá acaba de aprender a leer).

Parece que acaricia la piel transparente del ser amado.

Parece que ama la luz pero no puede tocarla.

Parece un prisionero que ha nacido en cautiverio.

Parece un patinador vertical sobre un lago de hielo.

Parece un niño hambriento mirando el escaparate de una pastelería.

Parece un apasionado de la física que aguarda esa excepción que le permita encontrar la grieta cuántica para pasar al otro lado sin romper el vidrio.

¡Ah, si los moscardones tuvieran fuerza para quebrar los cristales!

 

sábado, 9 de agosto de 2025

EL ÁRBOL DE LA MEMORIA

 

En este lugar de último retiro escasean los recuerdos: son el bien más preciado y el más amenazado. Quien tiene alguno se esfuerza en guardarlo como un tesoro. Por las noches, antes de que el sueño llegue, solemos pensar en ellos, los mimamos, les sacamos brillo.

La única fiesta que celebramos aquí es la fiesta del árbol. El árbol de los recuerdos. En cada hoja escribimos un recuerdo, el más preciado, y entre todos conseguimos que el árbol sea frondoso. Pero a él también le llega el otoño, ¿sabes?, a caballo de ese viento traicionero del olvido, y con él la sequedad amarilla de las pérdidas. Y antes de que ese viento me arrebate también las palabras quiero decirte algo:

«La última hoja del árbol de mis recuerdos lleva escrito tu nombre. Cuando esa hoja caiga, llegará el verdadero invierno, el tiempo vacío, y ya todo dará lo mismo.»

martes, 5 de agosto de 2025

DESPEDIDA

 

Para que los liberen del atestado campo de concentración de Albatera, recién acabada la guerra, los jóvenes republicanos detenidos tienen que pasar una especie de burda comisión. La preside un teniente joven sentado en una silla a la salida, más preocupado por obtener un permiso y un coche para ir a Alicante —así lo habla con un compañero— que por la suerte de los presos. Estos han de demostrar que son menores de 18 años y no están en edad militar, que los dedos no les huelen a pólvora y que no tienen en el hombro las señales del retroceso de la culata del fusil. Su suerte depende exclusivamente del juicio del todopoderoso teniente, poco mayor que ellos. 

Seguir en Albatera puede significar la muerte; muchos años de penalidades, en el mejor de los casos. Tener cara de niño y el rostro imberbe es una bendición. Los candidatos a abandonar definitivamente el campo responden preguntas sobre su filiación, lugar de detención, bienes de fortuna, políticos destacados que hayan conocido, afiliación a algún partido o sindicato… Ocultan todo lo que pudiera incriminarlos. No hay documentos, todos han sido destruidos: es la primera medida de protección que han tomado antes de ser apresados.

Uno de los aspirantes a la libertad, fiado en su rostro infantil, se condena a sí mismo nada más decir su nombre: Libertario.

Otro, que ha superado el filtro del interrogatorio y la mirada suspicaz del teniente y tiende ya la mano para recoger el salvoconducto firmado, la pifia en el último momento; quizá su cautela desaparece con la euforia de la próxima liberación.

—¡Salud! —dice alegremente, a modo de despedida.  Consciente enseguida de su error, trata de corregirse:— ¡Adiós, adiós, adiós!

Pero ya es demasiado tarde.

—¡P'adentro! —le grita el teniente.

 

Adaptación de un relato autobiográfico contenido en Cuentos sobre Alicante y Albatera, de Jorge Campos.

domingo, 27 de julio de 2025

TIEMPO DE MENTECATOS

 

En una época tan fecunda en insultos e improperios, se echa en falta el escaso uso del otrora bastante frecuente mentecato. Y es una pena, porque, a partir de su etimología latina, su carga denigratoria no puede ser más exacta y adecuada a nuestros tiempos.

En esta palabra tan nuestra se amalgaman dos palabras latinas declinadas: mens (mente) y captus (tomado, cogido, capturado), de forma que una posible interpretación nos llevaría a "privado de mente" o quizás mejor a "mente cogida, tomada, capturada". Así están (estamos) cada vez más personas, con la mente capturada, cautiva, secuestrada; presa en la gigantesca telaraña que la tecnología creó y nosotros estamos alimentando con fragmentos de nuestra propia alma.

Ya  casi todos somos mentecatos, no solo los tontos de remate.  

jueves, 24 de julio de 2025

LA CORZA

 



Sin el amparo del bosque, la corza parece desvalida. 

No sabemos si es capaz de distinguir un fusil de una cámara fotográfica (instrumentos de caza, ambos). No sabemos qué expresan sus lejanos ojos negros: quizá esa mezcla de curiosidad, asombro y miedo que todos hemos sentido alguna vez cuando miramos de frente al futuro.

sábado, 19 de julio de 2025

EL BUHONERO

 

El buhonero ha llegado a la aldea en un carromato pintado con fantásticas escenas en las que conviven animales fabulosos y seres alados con aspecto de ángeles falsarios. El buhonero va vestido con ropas brillantes, muy coloridas, en atuendo de mago. El buhonero se ha instalado en la plaza y allí ofrece su irresistible mercancía: el elixir de la felicidad.

Muy pronto toda la población lo rodea, ansiosa de adquirir el maravilloso bebedizo. En vano el boticario —bata blanca, rostro severo, cuerpo enjuto— intenta disuadirlos:

—No es más que agua con azúcar —se desgañita bramando.

—Pero sabe dulce —le responde un niño que parece hablar en nombre del pueblo.