Aquel
lunes la vuelta al despacho se anunciaba desagradable. El fin de semana no
había resultado fructífero. Tendría que adornar un poco la realidad para no tener que soportar las burlas.
—¿Qué tal
la jornada de caza? —le preguntarían.
—No se dio
del todo mal… —respondería dejando en el aire la insinuación de grandes
trofeos.
—Cuenta,
cuenta…
—Solo
cobré una pieza, pero qué pieza. Un macho joven y escurridizo que nadie había
podido cazar.
—Otro
trofeo para tu colección.
—Ojalá,
pero ya sabéis que son muy estrictos a la hora de sacar las piezas de ese país.
(En
realidad, había sido una jornada decepcionante y aburrida. Tuvo que conformarse
con abatir a una pobre viejecilla que atravesó la calle con un andador, y a un
paso tan lento que parecía estar deseando que le dispararan).
No hay comentarios:
Publicar un comentario