En su ya
lejana juventud se había convencido de
que el Mal absoluto existía: el Holocausto perpetrado por los nazis. Y admiraba
sin reservas a ese Pueblo Mártir y Errante, esa fracción asombrosa de la Humanidad en cuyo seno habían nacido gigantes de la
cultura: Marx, Freud, Einstein, Kafka, Schömberg, Arendt..., por citar solo algunos de los
más conocidos.
Pero la
Historia, esa severa maestra, le tenía reservada en sus últimos años la más
amarga y descorazonadora de sus lecciones: los nietos de las víctimas estaban
imitando la iniquidad de sus verdugos.
La Historia nos enseña que la Historia no enseña nada, se decía.
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