Ya no se representa como un esqueleto con guadaña.
Para las nuevas generaciones la Muerte se parece más a esta estantigua: un maniquí carnavalesco, sexualizado, ambiguo y con alas atrofiadas de guardarropía que no bailará ninguna solemne Danza sino que "perreará" en cualquier discoteca.
Nada queda del puro espanto, de ese miedo metafísico y sagrado de la Noche de Ánimas.
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