Como un solo hombre, como una sola mujer, el Pueblo, entonando canciones patrióticas, seguía al Guía Supremo, al Celeste Timonel, al Caudillo, al Duce, al Conducator, al Führer, al Zar Rojo, al Líder (tenía tantos nombres como países). Cuando ya estaban al borde del abismo, el Gran Jefe les ordenó dar el Gran Salto Adelante. Mientras se precipitaban, en un segundo de lucidez, algunos se preguntaban si no habrían llevado su fe demasiado lejos.
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