Si persistes,
el alma de la piedra,
la roca que desprecia tu
cansancio,
que no puede llegar a
comprenderlo.
Si persistes,
la luz sin adherencias,
elemental, vacía.
Abajo quedarán la tierra
y su ficción de vida
en el rumor del trigo que empieza
a verdear.
Si continúas,
sin caminos, ni trochas, ni senderos,
el aire desgarrado por los
buitres,
su escalofrío de cuchillos
sajando el cielo impávido.
Y la encina que arraiga en la
roqueda
creciendo mineral,
inclinada al abismo, complacida.
Al descender
conserva una verdad pequeña,
manejable,
que quepa en tu bolsillo:
tu soledad entera, de pie sobre
la cumbre,
el tímido bullir de la conciencia
en el silencio prístino del día.
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