Ocurre que ahora mismo está nevando
más allá del cristal que nos separa
de los crueles designios del invierno.
La tibieza del aula nos acuna
y los ojos se vuelven, hechizados,
a esa cadencia lenta, como adagio,
que en su primer fulgor nos trae la paz.
Pactemos una tregua en la batalla
del saber contra el ser, de la rutina.
Su aventura tan vieja y siempre otra
nos llenará de luz el corazón.
Cerremos el paisaje de los libros,
ni números, ni letras, ni noticias,
y contemplemos juntos el silencio
que cae sobre el mundo, copo a copo:
una página en blanco que hoy conmueve
igual que hace mil años a ese niño
que siempre se refugia en la memoria.
Juntos recobraremos nuestra infancia,
la mía más azul, por más lejana.
Mirad a las cigüeñas en su nido
erguidas contra el viento aborrascado
defendiendo su hogar a la intemperie,
que es hogar allí donde dos cuerpos
deciden contagiarse su calor,
allá donde se vuelve tras los viajes
para fundar de nuevo una esperanza.
Solo sus ojos se rebelan, negros,
contra la blanca
tiranía del cielo
encarándose al vértigo y al frío
que nos trae en sus alas la mañana.
Tan frágiles, tan fuertes, tan leales,
abrazan su destino como héroes.
Bien haríamos en aprender de ellas.
En poco rato la ciudad se viste
con el color inmóvil de la ausencia:
ya no hay formas, perfiles, ni apariencias,
ni torres, ni patio, ni tejados.
La realidad se ha vuelto indiferente.
Pero en el aula sobrevive el tiempo
y ya el asombro se apaga en las miradas.
Hemos de regresar a la tarea
mientras la nieve mengua en la ventana
y una de las cigüeñas alza el vuelo.
(Poema leído en el acto conmemorativo del 175 aniversario del IES Antonio Machado de Soria)
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