martes, 7 de febrero de 2017

LOW COST


                Todo empezó con las aerolíneas, cuando algunas compañías descubrieron el secreto de embutir más pasajeros en el mismo espacio y de cobrar por todo lo que no fuera el estricto transporte de personas como fardos. Se llegó a pensar en excluir a los viajeros con sobrepeso para no gravar las cuentas de la empresa. Los que tengan las piernas largas, al asiento del pasillo. Poco faltó para imitar a Procusto, el mitológico posadero de Eleusis que ajustaba a los huéspedes al tamaño exacto de la cama por el expeditivo método de serrar el trozo de pierna que sobresalía.

                Con la crisis se abrió, como dicen ahora, una ventana de oportunidad de negocio. Y el invento saltó a los más inopinados sectores. Hoteles que parecían columbarios. Pan de harina sospechosa que a punto estuvo de arruinar a los honrados panaderos. Peluquerías donde te despachaban en cinco minutos. Ropa fabricada en condiciones de esclavitud. Tapas chapuceras elaboradas con productos de marca blanca. Gasolineras con carburante sospechosamente barato. Librerías de relectura (reread) antes llamadas librerías de lance o de viejo, sin tapujos. Todo esto etiquetado ahora como "low cost". Por momentos, España entera parecía haber colgado un gran cartelón a su entrada: "Entra usted en un país Low Cost. Bienvenido al gran saldo, liquidación de todo y de todos". Viviendas, empresas, suelo rústico y urbano, pueblos enteros. Y, lo que es más triste, también se hizo almoneda de derechos y de salarios. En esas estamos.

                "Nunca había costado tan poco llegar al cielo" rezaba el imaginativo anuncio buzoneado por una funeraria de bajo precio. (Lo mismo podría decir Ryanair, quizá con doble intención.) Una perla del mejor humor negro celtibérico que hubiera encantado a Carandell. Me pregunto en qué consistirá el ahorro de estos sagaces empresarios de pompas fúnebres: empleados inexpertos, flores de plástico, caja de cartón... ¿El paraíso prometido también es "low cost", con dioses de mentirijilla y ángeles becarios? Mejor lo dejo aquí. Todo esto  nos retrotrae a aquel olvidado sintagma de "funeral de tercera". Claro que dicho en inglés suena mejor.
 

                Ahora que casi nada escapa a este reclamo tan atractivo para bolsillos menesterosos haríamos bien en traducir esta expresión inglesa a ver si así pierde fuerza el bárbaro eufemismo y nos revela su verdadero rostro. Low cost es un anglicismo innecesario y burdo para referirse a algo de bajo coste, barato. Y si queremos buscar términos análogos no nos resultará difícil. Basta con que escuchemos a los pregoneros de los mercadillos: ganga, chollo, bicoca, rebaja, saldo, ofertón, liquidación, económico, tirado de precio... Hay donde escoger.

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