Nada comparable al pánico que debió de
sentir el primer hombre en su primer día sobre la tierra cuando, al atardecer,
pensó que el sol se había ido para siempre.
Y nada comparable a su alegría cuando
amaneció.
Cuaderno de creación literaria donde encontrarás textos y fotografías originales del autor.
Nada comparable al pánico que debió de
sentir el primer hombre en su primer día sobre la tierra cuando, al atardecer,
pensó que el sol se había ido para siempre.
Y nada comparable a su alegría cuando
amaneció.
En su memoria de metal
los cables guardan
viejas palabras,
secretos caducados,
que a veces suenan
vibrando con el viento.
El Gran
Diseñador de Laberintos había proyectado los más intrincados laberintos de la
Historia y aun de la Mitología: el famoso laberinto de Creta (falsamente
atribuido a Dédalo), el laberinto de Villa Pisani (escenario de amorosos
encuentros y de oscuras conjuras entre tiranos), los laberintos de los grandes palacios hechos a medida de las
pesadillas megalómanas de los príncipes
y hasta el laberinto imaginado por Borges (consistente en una línea
recta, única y precisa).
Pero su
mayor orgullo eran los laberintos diminutos y delicados que los seres humanos
llevan impresos en la yema de los dedos. Tras más de 200.000 años aún no había
repetido ningún dibujo y así seguiría siendo para cumplir un propósito: cada
persona debería sentirse única, irrepetible, inconfundible. Y saberse también
portadora —dueña y esclava— de su propio y exclusivo laberinto.
Si miras bien, siempre hallarás
en la grisura de los días,
en la aspereza de lo inerte,
una excepción, ese milagro
de flores amarillas
en el acantilado.
Imagen tomada de Confidencial Andaluz
Cuando apartó los ojos de la pantalla,
la Realidad ya no estaba allí.
(Se había aburrido de esperar)