domingo, 25 de mayo de 2025

ISLA DECEPCIÓN

 

El capitán ballenero no se conformaba con el sangriento oficio de cazador de cetáceos. Se sentía llamado a un destino más trascendente. En el fondo de su corazón latía esa inquietud obsesiva de los descubridores. Por eso, cuando avistó una isla que no aparecía en los mapas, creyó ver cumplido su más ferviente deseo. Poco duró su alegría. Al desembarcar comprobó que aquel pedazo desolado de tierra firme era un islote de mala muerte, sin vegetación ni más fauna que algún despistado pingüino, siempre amenazada su existencia por los caprichos de un volcán.

El capitán llamó a la isla Decepción.

Su gloria pequeñita de descubridor frustrado tiene al menos una compensación: la Historia no podrá discutirle la poética, evocadora precisión de ese nombre, metáfora insuperable de tantos viajes infructuosos, de tantas islas fallidas, de tantos sueños malogrados.  

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