jueves, 27 de septiembre de 2018

FRESNO (Un apólogo occidental)








                Maldijo al vendaval tres veces: una ráfaga había tronchado la rama más frondosa del fresno.  (Era un fresno joven, nacido junto a la pared de la casa -y por tanto condenado- que él salvó trasplantándolo con mimo y cuidándolo hasta que arraigó y se fortaleció en el centro del jardín.)

                El viento le contestó: "Tres veces deberías bendecirme."

               Pero él solo tenía oídos para el enojo, que le susurraba feas palabras desde el interior. Por la tarde el enfado casi había pasado y el hombre se preguntó qué hacer con la rama caída. Con el palo más grueso se labró un báculo, de una horquilla fina obtuvo una varilla de zahorí, dio las hojas más tiernas a su vaca y lo demás lo reservó para la chimenea. Desde entonces caminó más tranquilo, encontró agua para excavar un pozo y presintió un tesoro escondido que estaba esperándolo, la leche le supo mejor y se calentó en el invierno.

                Por poco, pero el viento se había equivocado. Lo bendijo cinco veces.

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