jueves, 16 de noviembre de 2017

RÍO DE PIEDRA (II)







          En años de sequía, como este que estamos padeciendo, todos los ríos, los arroyos, los torrentes de montaña, amenazan con convertirse en ríos de piedra. Este que recogemos en las fotos  y que allí recibe el nombre de borrocal -palabra de rancias resonancias prerromanas-, no es la consecuencia indeseable del calentamiento global. En Orihuela del Tremedal, un pueblo de Teruel muy cerca del límite con Guadalajara (por cierto, una etimología muy probable del nombre de esta provincia nos conduce al árabe, donde querría decir precisamente 'río de piedras'), nos encontramos con esta curiosidad geológica, una caudaloso pedregal que se despeña ladera abajo, hacia la parda llanura, abriendo una grisácea cicatriz en los pinares. El material del cauce procede de la acción del hielo -ese paciente e implacable picapedrero- que hace reventar las grandes rocas y las va resquebrajando hasta trocearlas. Dicen que no es del todo inmóvil, que la gravedad hace avanzar, milímetro a milímetro, las piedras. El resultado, un paisaje duro, no exento de la belleza que le otorga el contraste con el verde de los pinos, pero inquietantemente sugerente.

           Discurriendo hacia los campos de este otoño, resecos hasta el dolor, este río de piedra -laborioso  producto de las eras geológicas- se nos antoja un anticipo de lo que nos aguarda.





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