martes, 20 de junio de 2017

CHOQUE DE TRENES 4

                

                         El último y desolador desenlace propuesto produjo en el narrador el efecto de una catarsis (ya se sabe, horror y piedad a partes iguales) que se le antojó necesario completar con un relato casi idéntico pero con una mínima variación final, perfectamente compatible con su hermano gemelo. La nueva -casi enésima versión- decía así:

            "Hacía tiempo que los trenes viajaban por la misma vía en dirección contraria, sin aminorar su marcha, simulando desconocer la presencia del otro. El encuentro siempre parecía lejano, una catástrofe constantemente aplazada que, por saturación, acabó produciendo una aguda sensación de irrealidad.

         Los dos trenes fantasmales  se aproximaban inexorablemente, sin que nadie hiciera nada por evitarlo, hasta que el previsible final llegó a ser considerado como un desastre natural, largamente anunciado, contra el que nada sabía hacerse.

        El espacio se agotó, el tiempo se cumplió y con fatalidad de desenlace de tragedia clásica la catástrofe se consumó. El impacto fue brutal y las víctimas muy numerosas. Se abrió el periodo de los lamentos y de los reproches que ya a nada conducían.

       Las autopsias revelaron un hecho cuando menos curioso: todos los pasajeros viajaban ebrios. El forense anotó en su informe que la embriaguez había sido producida por un principio activo desconocido que él bautizó como hybris -en recuerdo de sus lecturas de los clásicos griegos- del que llegó a identificar muy diversas variedades: orgullo, fanatismo, sinrazón, arrogancia, victimismo, exclusión, dominio, adanismo, entusiasmo... 'Todos ellos altamente tóxicos, tanto solos como mezclados', concluía en su informe."


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