domingo, 21 de mayo de 2017

ÁRBOL EN LA VENTANA





          En las casas abandonadas por los hombres, otras formas de vida más leales, menos imbuidas de su propia importancia, empezaron a depositar sus semillas traídas por el viento, los pájaros o el azar. Crecieron despacio, donde nadie las esperaba. Contra todo pronóstico, un ailanto enraizó en la sala de estar -se inventó el sustento- o quizá en el dormitorio -como el olivo de Odiseo-  y asomó su cuerpo joven y curioso por la ventana, en busca de la luz, redimiendo a las ruinas de su maldición.


          Cuando nos hemos ido todos montados en el caballo de la locura o en el tren de los desesperados, ellos regresan tranquilos, ocupan nuestro lugar, enmiendan nuestros errores. Y todo vuelve a comenzar.





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