sábado, 28 de enero de 2017

QUE TODO FLUYA SIN QUE NADA INFLUYA



         

                                                                          (Escrito en el pretil del Peñón del Santo, Almuñécar)


En homenaje al recientemente fallecido Zygmunt Bauman, que acuñó el concepto de la modernidad líquida.


Algunos pensamos que  hemos dado un paso más allá, que estamos entrando en el siguiente estado de la materia y que todo se está volviendo etéreo, gaseoso.

jueves, 26 de enero de 2017

LADRONICIO


                Fue en una de estas conversaciones de ascensor, en las que el tópico florece espontáneamente como defensa frente a un silencio incómodo. Esta vez no hablábamos del tiempo sino de otro de esos temas que, desgraciadamente, en nuestro país y en nuestro tiempo se han convertido en recurrentes. Una especie de ruido de fondo que no nos molestamos en escuchar porque todo es consabido. Ni siquiera es ya motivo de discusión pues, sea cual sea el color político del hablante y de los oyentes, el acuerdo es unánime: todos los políticos son iguales. Todos son igualmente corruptibles y corruptos. Nadie se atreve a discutirlo, a matizar, no vaya a ser tenido por cómplice o por ingenuo. Es lo que tienen los estereotipos, esos falsos atajos que pretenden simplificar lo complejo de la realidad.

                La vecina del cuarto, una mujer mayor que había pasado toda la vida en el pueblo y que tras la jubilación de su marido pastor había decidido pasar sus últimos años al abrigo confortable de un piso en la ciudad, permanecía callada, sin participar en el intercambio de trivialidades, como si el asunto no fuera con ella. Finalmente, a punto de llegar a su destino, sentenció: "¡Qué ladronicio!".

                Ese profesor academicista, cultista y estirado que llevo dentro la miró con condescendencia, a punto de corregirla: "Se dice latrocinio, señora. La-tro-ci-nio." Afortunadamente, ese muchacho de pueblo que también llevo dentro y que me hace respetar el habla de los nativos de un mundo en el que las palabras realmente importaban más allá de su corrección convencional, me hizo morderme la lengua.

                Ladronicio: masticando lentamente la palabra -como debe hacerse con cualquier palabra nueva antes de que la costumbre la desustancie- extraemos ese jugo de lo auténtico, la reciedumbre significativa de lo que está próximo al origen. En este caso, dos sílabas iniciales que no dejan lugar a dudas de su parentesco con 'ladrón' y ese eco final que rima con  'estropicio' o 'fornicio'.

                Nada más llegar a casa consulté el diccionario. He de decir que el muchacho del pueblo se alegró  infinitamente y  que el profesor no lamentó en exceso la rotunda lección que acababa de recibir. En la página 1342, columna izquierda, casi al final, aparecía recogida la palabra que una mujer de escasos estudios había rescatado del acervo profundo del idioma.


                Desde entonces, cada vez que viene a colación -y para nuestra vergüenza sucede con demasiada frecuencia- susurro, satisfecho, entre dientes: "¡Qué ladronicio!". Y espero a que algún pedante de oído fino me corrija. 

sábado, 21 de enero de 2017

EL DÍA DEL PESIMISTA




TOMA DE POSESIÓN

(De cómo algo puede ser malo y su contrario también)


Si es lo que aparenta ser, MAL
Si no es lo que aparenta ser, MAL
Si lo han elegido por lo que es, MAL
Si lo han elegido sabiendo que no es lo que aparenta ser, MAL
Si no cumple lo que prometió, MAL
Si cumple lo que prometió, MAL
Si se hace el machista y el xenófobo para ganar votos, MAL
Si realmente es machista y xenófobo, MAL
Si se contradice a cada paso, MAL
Si se reafirma, MAL
Si es solo un síntoma, MAL
Si es la enfermedad, MAL
Si lo han votado por rico, MAL
Si lo han votado a pesar de ser rico, MAL
Si va a construir un muro, MAL
Si el muro es solamente de palabras, MAL
Si únicamente piensa  en tuits, MAL
Si su pensamiento es más extenso, MAL
Si se apoya en los colaboradores que ha elegido, MAL
Si pretende hacerlo todo solo, MAL
Si es un residuo del pasado más rancio, MAL
Si es un anticipo del futuro más siniestro, PEOR

Y así sucesivamente...

¿Alguien sabe cómo romper el bucle?


jueves, 19 de enero de 2017

VER EL VIENTO



El fotógrafo aprendiz se echó a la calle con una intención peregrina: retratar el viento. Disparó a todo lo que se movía y hasta a lo que se estaba quieto. Trataba de apresar lo inapresable, de volver visible a un ser esquivo y transparente. Muy pronto tuvo que reconocer su fracaso y regresó a casa dispuesto a borrar todo el material. Se dio una última oportunidad antes de enviarlo a la papelera electrónica, al abismo de lo descartado. Miró con calma y entonces lo vio. El viento estaba allí:






          
En el alboroto de ramas de los abedules





En la enloquecida copa de los abetos










Hojeando con impaciencia las ofertas comerciales





Arrastrando rodamundos de la estepa hasta el parque








Haciendo bailar a los pantalones vaqueros con las toallas en los tendales






Creando un tapiz de hojas secas en la urdimbre de la valla






Arrancando a jirones las banderas.


(Solo había que saber mirar.)

lunes, 16 de enero de 2017

EL VIOLINISTA EN LA PARED


Alcocer, Guadalajara.















       Sobre las paredes de esta casa arruinada, en el corazón de la Alcarria, en la España vacía -vaciada-, alguien se tomó la molestia de invocar al arte llevándole la contraria a la desolación y al olvido.
       Hay esperanza.   

viernes, 13 de enero de 2017

ESPERANDO LA NIEVE




El frío ha dejado las calles vacías
y rueda el viernes
hacia los sótanos de una noche de promesas
entre contenedores de basura
que huelen a frutas tropicales,
a despojos de peces,
a sueños corrompidos,
a fermentos anónimos.
Un bosque de antenas
atiende a los signos
que vienen por el aire
y entran en las casas
como duendes efímeros.
Y en el cielo,
esa pradera gris,
parece que la nieve se prepara
con su pureza muda
para un vuelo mortal
que puede acabar en mis ojos muy abiertos.


                 (De La lenta luz de las provincias)

martes, 10 de enero de 2017

ALGORITMO




                Esta palabra de origen árabe, hermana de guarismo, ha saltado de los libros de matemáticas al lenguaje común y se ha convertido en el término fetiche que subyace a los más deslumbradores e inquietantes procesos tecnológicos del mundo actual. El poder de estos "conjuntos ordenados y finitos de operaciones matemáticas que aportan la solución de un problema" es cada vez mayor. Una oculta legión que nos gobierna. Una tiranía invisible.

                Cuando Galileo afirmaba que" las matemáticas son el lenguaje en el que Dios escribió el universo" estaba haciendo de la naturaleza un espacio racional, ordenado, predecible, sometido a una norma que alejaba al tiempo el caos y el capricho divino. Pero cosa muy distinta es ceder a los números la gobernanza de nuestra vida, el delicado tejido de nuestra intimidad. Ahí ya no percibimos esa "austera belleza" de las matemáticas de la que hablaba Bertrand Russell sino un diabólico proyecto de esclavizarnos a fuerzas que nos superan.

                Los algoritmos han reducido nuestras almas, esa exquisita y exclusiva complejidad que nos define y de la que tanto solíamos vanagloriarnos, a una fría fórmula. Nuestros deseos, nuestras opiniones, nuestra memoria, el perfil de nuestra personalidad, todo lo que somos y lo que seremos queda atrapado en una secuencia numérica. Nos hemos vuelto perfectamente predecibles en nuestros gustos y tendencias.

                El oro del futuro -y casi del presente- es el Big Data, ese almacén masivo de datos del que tanto partido pueden extraer vendedores de toda laya, políticos sin escrúpulos, estafadores y compañías de oscuro negocio. Cada vez que uno de nuestros dedos pulsa una tecla o acaricia un icono en una pantalla táctil, estamos regalando un trocito de nuestra identidad. Esa mínima presión, ese calorcillo animal que cierra un circuito vale por una confesión, es una entrega a cuenta. El Gran Alquimista transformará esos patrones de conducta en oro contante y sonante, en beneficio empresarial, en dominio sobre nuestra conciencia. Atrapados en una infinita red de algoritmos que nunca dan la cara, el sueño del libre albedrío, el reducto más íntimo de nuestro ser, el sancta sanctorum de nuestra individualidad y el libre revoloteo de nuestra libertad parecen cada vez más frágiles, más ajenos.
 

                Un escalofrío debería recorrer el mundo. Pero seguimos entregados a nuestra frenética vorágine de dedos todopoderosos.

viernes, 6 de enero de 2017

REYES MAGOS



                Había sido la única creencia firme de su vida, brutalmente arruinada por el Nano, un chico repetidor y dos cursos por encima de él. Fue una mañana de enero, al día siguiente de terminar las vacaciones de Navidad. El Nano se acercó al sector del patio donde jugaban los cursos inferiores y, primero en siniestros susurros y después a voz en cuello y con una entonación de asesino de niños, gritó: "¡Los Reyes son los padres! ¡Los Reyes son los padres!".  En la comisura de sus labios, un hilillo de baba delataba que el Nano estaba  disfrutando culpablemente con su tropelía. La rápida intervención de una maestra, horrorizada por aquel ataque salvaje contra la inocencia, minimizó los daños, aunque, por lo que a él respecta, el estropicio estaba hecho: algunos niños no llegaron a comprender, pero él sí, y la dubitativa reacción de sus padres al llegar acongojado a casa confirmó sus peores sospechas.

                Desde entonces, desde aquella mañana de enero de sus seis años, no había vuelto a tener fe en nada. Y no fue por falta de voluntad. Pero siempre algún Nano real o, lo que es peor, los nanos que  pululaban en su interior, acababan con sus endebles intentos de autoengaño.

                Pasado el tiempo, las cosas tomaron otra perspectiva y, como suele ocurrir en las ciudades pequeñas, siguió topándose con el Nano por la calle o en algún bar  pero nunca le habló, nunca le dijo el papel que había jugado en su vida. Creía estarle íntimamente agradecido por haberle abierto los ojos de una vez y para siempre ante lo ilusorio de nuestras ilusiones. Quizá hasta le debía su vocación científica. El Nano ni siquiera lo miraba. Continuaba siendo ese alumno de curso superior que no se rebaja a conocer a los pequeñajos.

                Ayer volvió a ver al Nano en la aglomeración enloquecida de clientes que apuran sus compras de última hora para la Noche de Reyes. Igual que otras veces, lo espió en la distancia. Seguía fascinado por el enigma de cómo aquel niño que había encarnado para él y durante mucho tiempo la maldad  se había convertido en un ciudadano inofensivo y hasta cariñoso. El Nano, acompañado de su mujer, estaba  envolviendo juguetes en ese papel de regalo que algunos centros comerciales ofrecen gratuitamente a la salida. Se le veía feliz, manejando con destreza el gran rollo de papel, cortando, plegando con esmero las esquinas. Le salían unos paquetes perfectos. Se acercó más y pudo escuchar sus comentarios de padres que han hecho un gran esfuerzo por cumplir las peticiones que sus hijos han garabateado en la carta a los Reyes.

                Algo que no le gustaba pero que se le impuso irremediablemente empezó a crecer dentro de él. Tuvo que contar hasta diez para no lanzarse al cuello del Nano y gritarle: "¡Impostor! ¡Has arruinado mi vida!". Habría desgarrado el papel de los regalos, habría triturado los paquetes a pisotones, hasta que las piezas del barco pirata fueran irreconocibles y las tripas de la muñeca sangraran sobre el suelo. Logró frenarse a tiempo. "Son muchos años de ejercer el control de esta emoción", pensó. "No voy a echarlo todo a rodar en un segundo de ofuscación".

               En realidad, sin que él fuera consciente todavía, una forma más fría y refinada de venganza se estaba gestando en su mente. Buscaría a los hijos del Nano -no era muy difícil en una ciudad pequeña, quizá en la cabalgata- y les susurraría al oído, con su mejor voz de Herodes provinciano: "Los Reyes son los padres".